Resulta difícil imaginar que tras una fachada colonial en el
centro Histórico de Cartagena de Indias (Colombia) se encuentre una casa con dos
estructuras modernas, separadas por una piscina y que el interior de esa
vivienda esté dotado de un maravilloso sentido estético del color.
A diferencia de las edificaciones
tradicionales de la zona antigua, un grupo de Arquitectos decidió crear una
casa completamente abierta a los elementos, en la que la nitidez, la luz y la
funcionalidad era el objetivo principal.
La característica distintiva de la casa radica, primero, en que
está frente a la muralla que separa la ciudad del mar, lo cual la expone a la
brisa constante, y segundo, en su ubicación esquinera, que le permite disponer
de luz a raudales.
Se le dio prioridad a la claridad visual y a la frescura interior:
el blanco y sus matices difuminan la luz y están presentes en los muebles, los
pisos, las puertas y los muros.
La piscina se encuentra en el lugar que antes ocupaba el patio
donde siempre se siente la brisa marina.
Sus diseñadores aseguran que ésta no es una casa, sino
dos que ocupan un mismo espacio: en la primera, que tiene una fachada colonial,
está la habitación de los niños, la alcoba de huéspedes y el patio.
Las
paredes de estuco blanco ambientan su decoración y su amueblamiento. Esa
textura de las paredes se aprecia aún más en la noche, cuando la luz, que sale
del piso, capta la irregularidad y la calidez del material.
El
propietario escogió materiales sencillos pero refinados. En la alcoba de los
niños, el antiguo sistema de postigos divididos en varias secciones, típico de
la arquitectura cartagenera, permite observar la calle sin ser visto. Las
puertas de vidrio opaco dejan que la luz entre en las habitaciones y se abren a
la terraza.
Incrustado en un muro un acogedor sofá
acolchado, está enmarcado por dos cortinas elegantemente suspendidas. Notas
sutiles visten de color la pared y las hojas tropicales dan la sensación de un
cuadro.
Las vigas de cedro y las columnas de la
terraza recuerdan la atmósfera de la vieja Cartagena y su arquitectura de
madera. Para proteger la terraza del sol y de la brisa, se extendió un
velo de algodón entre dos columnas. Los muebles se escogieron pensando en el
confort y la resistencia al sol y al agua.
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